Los rayos de sol se abrían paso entre las hojas para alumbrarnos. Era un día de verano, en los bosques de Palermo, pero yo sabía que no era un día cualquiera.
Después de una larga charla, tumbados boca arriba, mirando la danza de los árboles y el celeste cielo, decidí dejarlo. Le dije que había descubierto sus mentiras, ya sabía que buscaba conocer gente por Internet, y demás patrañas piratas.
Cuando las parejas, o por lo menos algunos casos, cortan su relación para pasar a ser solteros, intentan recordar los buenos y malos momentos, y así poder darle un cierre a la historia.
En ese momento, cuando yo creía que, si bien era un triste final, podía llegar a ser su amigo en un futuro, me confesó que los rumores eran verdad… Él había estado en la cama con otra persona, pero no cualquier persona. Esa persona que marcó tantos quiebres en la relación, que fue como un fantasma cuando no estaba presente, y me espantaba cada noche en soledad o en compañía. No había sido seducción virtual, no había sido una salida al cine o un simple beso...
Durante la relación siempre lo negó - como todo buen pirata sabe que tiene que hacer eso -, y yo como un idiota, después de tanto esfuerzo, le creí.
Cuando me dijo lo que yo menos imaginaba que me podría llegar a decir, dejé de creer. Dejé de creer en él, dejé de creer en sus palabras, dejé de creer en su amor, en su mirada, en sus sonrisas, dejé de creer en mí y en todo lo que me rodea. Aprendí a desconfiar más de lo que podría llegar a desconfiar de alguien. Y luego ya no sólo era “alguien”, sino “algo”… Descubrí que las palabras pueden manejarse y dibujarse sin ningún límite, y que así como el amor te ilusiona, te traiciona.
No terminó de confesarme la verdad que yo enseguida tapé mi boca con las dos manos, dejé de respirar y comencé a llorar como si mis lágrimas fueran gotas de llovizna anticipando la tormenta.
Pasaban minutos y seguía sin respirar, como si no quisiera entregarle ni un poco más de mi aliento a ese momento, como si el aire que me quedaba en el cuerpo hubiera querido guardarlo sólo para mí. De a poco dejé de sentir los órganos del cuerpo, y me invadió la adrenalina, como de sopetón…
Ahí fue cuando el cordero dejó su piel para pasar a ser un lobo. Ahí fue cuando comencé a entender realmente lo que es sentirse solo…
lunes, 11 de octubre de 2010
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1 comentarios:
bueno para ser el comienzo bastante bueno!
Por muchas entradas mas querido! y bienvenido al mundo blogger.
Tenemos tanto para decir y nos queda mejor hacerlo escribiendo!
Te quiero lobito
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